Amado Dios, me presento ante Ti, con muchísima gratitud por el descanso del fin de semana, por todas las bendiciones con las que Tú colmaste mi vida y porque hoy me permites abrir los ojos a tu maravillosa creación y levantarme con total entusiasmo para vivir una nueva semana, que sin duda, será de dicha, triunfo y bienaventuranza.
Jesús le habló en sus sueños y le reveló una frase que hace milagros.
Hace algún tiempo, Gabriela, una mujer que vivía en Santa Eulalia, un
pueblo muy pequeño al centro oriente de Portugal, empezó a experimentar unos
dolores muy fuertes en sus articulaciones.
Dios te dice hoy: Ten fe, todo llega en su momento.
Amado hijo, amada hija, desde el principio de los tiempos yo te amé con el
amor más puro y noble e incluso desde antes que tú nacieras, yo ya conocía
tu alma, tus intenciones, tu carácter y tu corazón.
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